Hoy me he parado y te
escribo a ti:
9 de abril de
2.005.
Hoy te he
puesto encima de mí, en lo alto de mi cabeza, delante de mis ojos.
Hoy he
colgado en la pared aquel dibujo-retrato tuyo que en tiempos ya muy lejanos
hicieron para mí. Lo tuve catorce meses junto a mi, en la taquilla de la
vieja barraca donde hice el servicio-militar rodeado de aquellas cartas
semanales que nunca faltaba a otra contestación mía que leía cada semana, junto
con aquellos Interviú y Cambios 16 de aquella España que empezaba su transición
hacia la libertad.
Han pasado
muchos años y lo conservo conmigo y aunque lo he tenido arrinconado de mí
durante mucho tiempo cuando lo veía suspiraba, por aquellos años de joven que
se fueron y que hoy me hace tanto que recordar.
Emprendimos una
vida juntos, y hoy ya llevamos muchos años caminando, sin embargo el brillo de
tus ojos sigue igual de intenso, luminoso como el sol de un día de primavera,
brillante como una noche cerrada de estrellas: tu luz sigue ahí iluminándome.
Nos seguimos
queriendo tanto como entonces y más; como toda pareja hemos pasado también
ratos malos que hoy no convienen recordar, pero tú has estado siempre ahí queriéndome
y eso que no soy un marido ejemplar, quizás muchas veces demasiado pejiguera y
otros mucho disgustos que te sigo ocasionando.
No me merezco
semejantes privilegios, pero tú me los da igual que me distes dos hijas
maravillosas y un nieto que daría mi vida por él.
Es lo
mejor que me ha ocurrido en esta vida después de ti.
A mi, y a tu lado ya
me tocó el gordo de la lotería hace ya muchos años y aunque no te lo
reconozca puedo asegurarte que lo tengo muy claro, siempre pensé que el que
salio ganando fui yo.
Gracias por el beso
de cada noche, despertarme cada día a tu lado y seguir juntos caminando, que
nos quedan muchos años que estar juntos, y para que conste firmo este desahogo
con todo mi corazón.
Borrallo.com
0 comentarios:
Publicar un comentario